Ello implica mejorar procesos y productos y disminuir la inequidad, considerando las características locales de los Centros Educativos.
Investigadores a nivel internacional, tales como: Sammons et al. (1995), Rutter y colaboradores (1979), Mortimore y colaboradores (1988), y a nivel nacional, Arancibia (1992), Arzola (1985, 1988),Servat (1996), Alvariño et al. (1999) resaltan como factores claves de las escuelas efectivas el sentido de misión compartido por directivos
y profesores, un compromiso claro del equipo del colegio en tornoa las metas acordadas, especialmente las de aprendizaje, un liderazgo efectivo del director y un clima de relaciones cooperativas.
En relación con el aprendizaje se resalta que los profesores de las escuelas efectivas tienen una actitud positiva frente a las posibilidades de logro de los alumnos y una actitud evaluativa permanente. En las relaciones con la comunidad, las escuelas eficaces fomentan la participación de los padres en el aprendizaje de sus hijos.
Es necesario distinguir entre Socialización, Control Social y Educación. En una organización escolar se dan los tres procesos y los tres deben ser gestionados.
Socialización: es el aprendizaje por simple participación en un grupo o en una situación en donde no hay clara intención de enseñar y de aprender, pero que dada la situación los sujetos adquieren o interiorizan modos de comportarse, reglas, normas y valores.
Control social: implica la capacidad asimétrica de imponer una conducta sin que se cuente con la voluntad o el deseo intencional del otro. Es un aprendizaje por imposición asimétrica, intencional en quien impone pero no intencionado en quien se somete. Funciona
por empleo de la autoridad que se tiene sobre alguien. También en un colegio existen actos de control social.
La educación: es un sistema que pretende algo, que intencionalmente se ejecuta y que debe contar con la participación del que aprende. Es asimétrica en cuanto alguien enseña a alguien; deja de serlo cuando alguien aprende y se hace autónomo.
Estos tres procesos se encuentran en una unidad escolar, en la sala de clase o en el patio o en una reunión de profesores, etc.
Es decir, se da la relación pedagógica entre los actores (v.g. educador- educando, directivo-grupo docente), el trabajo pedagógico (v.g.enseñanza-aprendizaje, gestión-administración) y el poder pedagógico, originariamente en manos del educador o del director en su propia función, y que a través de la relación pedagógica y el trabajo pedagógico se desplaza hacia el alumno o hacia el colega con el cual forma comunidad, logrando que ellos aumenten su propio poder y capacidad de influir sin que el maestro o el directivo pierda el suyo.
Es importante en este aspecto reflexionar acerca del rol de la autoestima en el profesor y su relación con la transferencia del poder pedagógico (ver, por ejemplo, S. Arzola y C.Collarte, 1995, 1996).Es necesario distinguir y analizar el poder, la autoridad y el liderazgo.
Poder:
De aquí se sigue que un individuo que puede modificar el comportamiento de otro en virtud de ciertos fines, logros o metas y que tiene los recursos personales o institucionales necesarios y que sabe gestionarlos en la dirección deseada, detiene sobre éste una ventaja
en términos de poder.
Poder y autoridad en la unidad educativa
La autoridad se refiere al poder legítimo, esto es, el que le es conferido a un miembro cualquiera de una organización en función del cargo o la posición que ocupa en la estructura de ésta. Decimos que se trata de un poder de tipo formal, porque es reconocido formalmente por la organización y sus miembros.
Poder y liderazgo en la unidad educativa:
El liderazgo educativo ayuda a articular, definir y fortalecer los valores, pensamientos y las características culturales que dan a la organización su identidad única en la mente de los participantes.
Las características de esta nueva sociedad en que vivimos, requiere que las escuelas sean cada vez más eficaces para poder cumplir con las exigencias actuales, ya que hay que tomar en cuenta que los alumnos de esta generación pertenecen a la era de la información.
“A pesar de que las escuelas siguen siendo instituciones imperfectas, y todas las organizaciones lo son, las escuelas o colegios son imprescindibles para avanzar en desarrollo humano y social, para hacer más equitativo el entorno, para dar oportunidades y abrir horizontes. En estos contextos hay que dirigir y gestionar, con ciertos criterios de base que definan inicialmente las políticas de gestión”( Arzola y Vicarra, 2002:155). Esto quiere decir que las instituciones educativas deben adaptarse a los nuevos contextos y situaciones que rodean e involucran a la escuela.
Dirigir y gestionar hacia la calidad educativa
Todos los esfuerzos destinados a construir una unidad educativa marcada por la innovación, requiere definir líneas de acción para crear nuevas y mejores políticas educativas. Éstas se vinculan fundamentalmente a Desarrollo organizacional, Jerarquización y liderazgo, Gestión estratégica participativa, Plan Anual Operativo y Proyectos específicos de acción, entre otros aspectos.
Los directivos como líderes pedagógicos
Es el componente quien tiene mayor responsabilidad en el desarrollo y la mejora de las escuelas.
Como lo señalan Beck y Murphy (citado por Arzola y Vicarra, 2002:160) “hay una imagen para referirse a los directores escolares en los años noventa. Así, aparece la imagen del director como líder que, al margen de sus competencias legítimamente designadas, es capaz de orientar el cambio en los centros asumiendo el reto de que las organizaciones son entidades socialmente construidas”
Pero se hace necesario que el liderazgo que efectúen los directores sea de carácter horizontal, sin actuar desde la cúspide de la organización. Así surge el concepto de liderazgo facilitador, el cual se refiere a la capacidad de liderar sin dominar.
Por otra parte existe el liderazgo pedagógico, el cual se refiere a “un conjunto de valores y principios educativos encaminados a desarrollar procesos de reflexión crítica, imposible de reducir a estrategias de gestión o destrezas particulares” (citado por Arzola y Vicarra, 2002:162)